Amor de cactus


Todas las religiones hablan de fortalecer el alma antes del término de la vida. Yo, desde que la conocí, supe que ella sería mi religión y, por supuesto, la reencarnación de una nueva vida. Puedo decir con certeza que no hay truco que la supere. Ella era, y es... la búsqueda que todo ilusionista intenta encontrar en las noches de ensayo. Una inspiración divina que me quite el sueño todas las noches. 

Era pura magia. 

Ella era el único misterio que nunca pude resolver. Apareció y, a los pocos meses, desapareció como “por arte de magia”. 

Ella no tenía truco, ni tan siquiera, trato. Era natural, espontánea y aventurera. De cualquier manera, tiene un don: el don de desaparecer. 

Así que despareció. ¿Dónde? Era secreto. Aunque dicen que por tierras inglesas, en concreto, al castillo de Alnwick. 

Siempre he pensando que el amor, al igual que la magia, es para disfrutarla. Y aquí ando, en medio de este vagón sufriendo y en busca de algún tipo de respuesta. 

Dicen que el amor no debe tener sacrificios. Ni atascos. Ni ruido. Ni controles esquizofrénicos. Pero aquí estoy, bebiendo y en busca de sus pasos en la estación de King ́s Cross. 

El amor no debe ser un arma de doble filo. Traicionero como un mojito: un trago dulce que te emborracha la cabeza en cuestiones de minutos y que, como te despistes, te puede dejar como un pasmarote haciendo el ridículo con un trozo de hierbabuena decorando los piños y, para mayor escarnio, siempre eres tú el último en enterarte. 

Tal vez haya grados intermedios de enamoramiento. Yo por preferir, prefiero el amor de cactus. Un amor que aparezca en un lugar inhóspito, en medio de rocas, tierras áridas y sin previo cultivo ni cuidados especiales. 

Quiero una chica que a pesar de sus dificultades y carencias sepa desarrollarse y logre alcanzar sus metas. 

Quiero una chica que sea esperanza y verde cactus. 

Quiero una chica inspiradora como el aroma que brota de la flor del cactus. Esa flor que perfume su hábitat; así tan graciosa y acogedora. 

Quiero una chica con defensas altas y con púas lo suficientemente afiladas para que se proteja del entorno hostil. 

Quiero una chica que sea madura tanto por dentro como por fuera. 

Quiero una chica que me proteja de las radiaciones electromagnéticas de este maldito tren que me lleva a ROMA.

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