Calor de verano



El ser humano no puede vivir sin amor. El amor, por tanto, debe ser cuidado como el fuego de una chimenea; hay que alimentarlo para que no se apague; junto a los grandes troncos que arden a fondo, están también las astillas y los pequeños palos que hacen su labor; hay que soplar para que aquello alcance el calor debido. El amor debe ir siendo paulatinamente más íntimo e intelectualmente un cuarto lleno de aprendizaje. De este modo, el amor inteligente está hecho de corazón y cultura. Dice don Quijote en una célebre sentencia: << El que acierta es el casar, ya no le queda en qué acertar >>. Después vendrá cuidar todo eso, protegerlo, alimentarlo como si tratase de un fuego nutrido, estructurado y lleno por pequeños detalles. 

El amor verdadero consiste más en dar que en recibir. Esto es relativamente fácil de entender en los primeros momentos del enamoramiento. Cuando uno está descubriendo el amor, quiere dar la mejor versión de sí mismo (ya saben, la cara A),  buscando cómo agradar al otro. Después, con el paso del tiempo, esto se desdibuja y pierde fuerza, y llega la rutina, el mayor o menor medida. Es entonces cuando cuesta entender esta frase que he puesto en las anteriores líneas: el amor verdadero consiste más en dar que en recibir.

¿Qué significa dar?

Habrá que esperar a la siguiente entrada del post. De momento, aprende esta lección...









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